QUE ALGUIEN NOS SALVE DE NOSOTROS MISMOS.
Qué alguien nos salve de nosotros mismos. Así de triste, encerrados en la esfera metálica de nuestra mente no saldremos del estado ruinoso en el que nos encontramos.
La solución parece que solo puede venir de fuera, de alguien que vea más allá de intereses particulares y de ideas trasnochadas de un taxi tercermundista y esclavista. Que sea capaz de ver que no puede existir mejora sino sales de una concepción equivocada de como tiene que ser la vida de un taxista.
Ya no cabe equivocaciones, tampoco experimentos que se saben ya fracasados. Los presidentes de las asociaciones ya no pueden equivocarse, el derecho lo perdieron a mentir. El derecho a equivocarse se tiene cuando crees verdaderamente que tu idea de mejora es la mejor idea. Pero cuando sabes que hay una mejor y más eficaz a la que tu propones no hay sitio para la equivocación.
Por ello, solo se entiende la regulación de las 12 horas como un acto de Fe, cuando la lógica y las evidencias no entran en la ecuación de las posibilidades solo cabe esperar la solución de fuera.
Cuando la idea se vuelve dogma se pierde la realidad, se confunde la razón y se manipula la opinión. En esta situación la discusión es inútil, alguien que cree a través de la Fe, no entiende, solo cree, PUNTO.
Por ello, proponer ideas es perder el tiempo, una tras otra de las ideas y de las evidencias son estrelladas contra el muro del dogma. Pero lo más triste, es ver a los creadores de opiniones dogmáticas dar más argamasa para hacer el muro más alto y más grueso.
No hay otra, que vengan de fuera a abrir las ventanas, que el olor a cerrado se disipe a través de los agujeros hechos desde fuera. Que lo rancio se deshaga con el aire renovador de afuera, que las evidencias vengan ya probadas, que no quepa especulación, que sea tan fuerte el aire de la razón que apague todas las hogueras de la mentira inquisidora. Que los sacerdotes del miedo y la mentira sean expulsados de los templos de la conciencia. Esto no lo arregla la Fe, esto lo arregla la verdad.
Ximo 1605
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