jueves, 16 de junio de 2022

LA RADICALIDAD DEL TAXI

LA RADICALIDAD INFANTIL DEL TAXI

La realidad es tozuda. No entiende de deseos, solo de hechos.

En nombre de la “dignidad laboral” podemos lanzar las arengas que nos parezcan más oportunas o pertinentes; pero si no conocemos bien a quien va dirigidas simplemente malgastamos esfuerzos y tiempo.

La base de nuestro sector debe partir de una regulación que alcance la recaudación digna y la conciliación familiar entendiendo que ambas nociones son inseparables e indisolubles. Hasta ahí creo que la mayoría estamos de acuerdo.
Podemos sacar las banderas más rojinegras que queramos para desde los púlpitos creernos la vanguardia de los derechos laborales del taxi, pero si el discurso obvia una realidad objetiva solo estaremos provocando el efecto contrario al deseado
.
Es necesario un análisis real y profundo del sector y de los compañeros que lo componen. Un examen exhaustivo que nos plasme realmente que podemos hacer y en cuanto tiempo.
Hablar de explotación laboral es necesario. Es una evidencia incuestionable, pero si el discurso anti-explotación va dirigido a autónomos que no se reconocen a si mismos como tal, solo juntamos palabras en el aire que no producen el efecto deseado.

No nos estamos dirigiendo a mineros con conciencia de clase que son conocedores de la explotación y sus efectos.

El autónomo es un ser desclasado que solo aspira a hacer rentable su “negocio”, una suerte de engaño que le sirve para convencerse a si mismo de morir al volante.
Cuando ciertos compañeros hinchan el pecho otorgándose el bastión de la dignidad a través de un discurso hueco de realidad, solo consiguen sentirse bien moralmente, pero inútiles frente a los que quieren convencer.

Ha hecho más la pandemia por la dignidad laboral que 30 años de lucha sindical en el taxi. Así de claro.

El peso de la realidad que ha aplastado al taxista ha abierto un hueco que nunca más se va a cerrar, una pequeña brecha de dignidad que ha modulado muchas creencias que antes eran dogmas.

El taxista ya sabe como se regula, ya sabe que se puede, y cuando se puede, se debe.

Pero este hecho lleva un proceso más lento de los que muchos deseamos, y por mucho que quieran los “Che Guevara” de pastel, estamos peleando contra décadas de sumisión a la esclavitud que ha dejado mella en el imaginario general.
El taxi es una licencia administrativa que se otorga para realizar una función de servicio público. Esta función se tiene que dar en condiciones de dignidad, pero se tiene que dar.

El mayor esfuerzo lo tenemos que otorgar exigiendo unos mínimos parámetros de conciliación y recaudación. Y la regulación de los cuatro días lo da sin lugar a dudas, y la transitoria también.
A mi modo de ver, 5/16 es excesivo y rompe el binomio recaudación-conciliación. Esto lo sabemos muchos, pero otros no, la administración tampoco y los clientes ni si quiera se lo plantean.
Para nuestros reguladores y nuestros clientes la inmediatez es lo único que importa.
Luego están los que viven del taxista con el esfuerzo del asalariado, lo grandes contenedores de licencia que les importa un bledo la dignidad laboral de nadie.

Si los amigos de los discursos rimbombantes acostumbrados a los halagos endogámicos y a la dureza con la disidencia, no entienden que la realidad del sector está compuesta por todos estos elementos y sujetos, solo demostraran un infantilismo que los alejará de las soluciones provocando el efecto contrario en aquellos que nos regulan y en aquellos que nos dan de comer.
Si el trabajo lo requiere se tiene que abrir para dar servicio, eso sí, siempre dentro de los parámetros mínimos antes expuestos. Acompañado de la exigencia de que nunca puede ser el taxi el único trasporte público que garantice el desplazamiento de la ciudadanía, obligando a la administración a reconocer que el taxi es un complemento más del transporte público y es esta, la administración, la que debe de garantizar la multitud de opciones a los usuarios. Sin importar día u hora de la semana.

Por todo ello, los refuerzos en ciertos momentos son necesarios no solamente para garantizar nuestro servicio, sino también, la garantía que con este refuerzo aseguramos las regulaciones necesarias para asegurarnos unos mínimos parámetros de dignidad laboral, que deberemos ir mejorando con una pedagogía que se acompañe de una realidad objetiva que vaya cambiando la mentalidad del taxista trasnochado.

Creo, que el saber abrir en ciertos momentos da un respiro a la administración deseosa de desregular.
Un “dame que yo te doy” que otorgue el equilibrio necesario para garantizar el servicio y nuestra dignidad laboral.
Dignidad que es una combinación de recaudación y conciliación que muchos otros solo la encuentran en la recaudación, hecho derivado de una mentalidad falsa sobre la concepción de que es un autónomo.

Y esta particularidad que los “Bakunin” de pacotilla no entienden, provoca el efecto contrario y encarniza más si cabe la luchas con las asociaciones que si quieren regular pero hay que ayudarles a iniciar el camino sin temor.
Por todo ello, recomendaría a los autoproclamados defensores de la dignidad laboral, entendieran que el sector es diverso y heterogéneo, como taxistas hay.
Y que solo el correcto entendimiento de la realidad y con unos valores firmes pero flexibles, podremos alcanzar las cuotas de derechos laborales a los que casi todos queremos aspirar.

No se puede imponer lo que se desconoce, se debe mostrar, y aprovechando la experiencia ya adquirida, realizar la pedagogía que consolide definitivamente nuestros derechos.
Ximo 1605

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