¡YO NO QUIERO COMPETIR!
En la boca de todos está la palabra «competir»:
a falta de un análisis más profundo de lo que conlleva medirse a otras modalidades de transporte urbano, sirve para muchos repetir hasta la saciedad la palabra «competir», como si de un vocablo mágico se tratara que además, fuera capaz de solucionar todos los males que nos acechan.
En una sociedad de «libre» mercado como la nuestra, la competencia es una burda mentira que engatusa a inocentes ciudadanos para hacerlos más dependientes e invalidos si cabe.
Para que haya verdaderamente competencia deberíamos partir TODOS en igualdad de condiciones. Pero eso es una auténtica quimera.
Una sociedad sustentada en la desigualdad hace inviable la igualdad de oportunidades, es imprescindible una disparidad económica entre ciudadanos que haga posible la existencia de ricos y pobres.
La escasez progamada es la que determina quienes son los poseedores y los desposeídos. Regla básica que se establece en cualquier relación económica, y que por desgracia, no se explica en las escuelas.
Pero volviendo a la «competencia»; nuestro sector debería desechar a los «gurús» internos que proclaman la competencia como elemento básico de nuestro desarrollo.
La licencia administrativa tiene que estar salvaguardada de tenebrosos juegos de mercado que solo persiguen la desaparición del sector público.
Cuando se habla de «competir» con las VTC's se está exigiendo directamente la pérdida de derechos adquiridos.
Un sector como el nuestro debe de estar obligatoriamente regulado para asegurar una mínima dignidad laboral y que además asegure a nuestros clientes un servicio justo y equitativo.
Competir con una multinacional como Cabify o UBER es entrar en formas de precariedad laboral y en falta de conciliación familiar. Cuando se habla de «competencia», automáticamente se habla de copiar la desregulación de estas compañías, sus normas de contratación y su falta absoluta de dignidad laboral.
Nunca he oído hablar de competencia asegurando más derechos sociales y laborales, jamás. Siempre es a la baja y recortando derechos básicos.
Por suerte, en la sentencia del Tribunal Supremo se habla del taxi «como un elemento de interés general», por tanto, se debe proteger ante la embestida neoliberal que desde fuera intenta desmantelar a base de precariedad. Y los primeros que deberían defender estos conceptos básicos son nuestros representantes, pero por desgracia, hay mucho aprendiz de brujo que todavía se cree lo de «la mano invisible del mercado», lectura onanista y adolescente con Adam Smith o David Ricardo.
La administración debe garantizar una gestión pública y el mercado debe respetar las leyes que los representantes de la ciudadanía dan para que se establezcan la correlación justa entre diversos modo de operar en el transporte urbano.
Y eso compañeros, se hace regulando y nunca compitiendo en un marco impuesto por multinacionales, marco, que jamás nos va a beneficiar. Ya que nuestra lucha es otra, nuestra guerra es defender la dignidad laboral, la conciliación familiar y los servicios públicos ordenados y regulados.
Ximo 1605
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