Sentir por última vez el sabor de la sal que abrasa la garganta.
Hoy no hay juegos, hoy no hay ni risas ni sueños.
El ruido del chapoteo, los gritos de espanto y el silencio abrumador de los canallas son sus últimos momentos.
Yemas minúsculas que pretenden abrazar al cielo, miedo atroz que paraliza los corazones de los pequeños.
Muro de lamentaciones construido en la costa. Vergüenza profunda que inunda su ropa y nuestras conciencias.
Esquirlas en forma de palabras desgarran la huida, cobardes sobre moqueta enrollan sus lenguas sobre encías podridas.
Hoy tendremos suerte, desde el bastión de europa no vamos a oler a muerto, nos libraremos del sudor del camino, del llanto del hambre y de la humedad del barro.
Abrir la boca y mirar al cielo, estrellar las manos contra el rostro del miedo.
Muerte eterna que quema el grito, borbotones de espuma que silencian el latir de los niños.
Ira ahogada, mar de cultura y parca. Ay! Mi niño ya no padezcas ya no tengas miedo, inhala el cielo que las estrellas de mar se abrazan a tu pecho.
Ay! Mi niño, que yo también muero, que no sufras, perdona el intento.
Consuélate tesoro, el fondo del mar será nuestro lecho, hoy jugaremos entre un bajel de antiguos griegos.
El azul es el color de los europeos, ahora también, el color, del mar muerto.
Ximo Iglesias
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