Es ese olor a rancio. Como cuando en una habitación ha habido unas cuantas personas y después no se han abierto las ventanas para airear la estancia.
Un ambiente denso, cortante, áspero y cargado de pesado aire.
Así veo a los que están en contra de IMV, y en su defecto, a los más cutres que reclaman "que al menos trabajen". Es la aporafobia, ese rechazo al pobre, al necesitado, al hambriento.
Un miedo consciente a la cercanía del miserable, un odio que por alguna razón triste se vuelve envidia.
Ni oigo ni leo a estos odiadores del pobre (y del IMV) reclamarle a Florentino Pérez que se pusiera a asfaltar las autopistas que hemos rescatado entre todos, tampoco he oído reclamar a Amancio Ortega para que se pusiera a coser pantalones en Bangladesh y así, que amortizara la ingeniería fiscal que hace para pagar menos impuestos.
Al contrario, se callan.
La cobardía es el sentimiento que los envuelve. Al pobre sí, con el descalzo sí que me meto y le reclamo lo que no tiene, incluso exijo que devuelva el IMV trabajando cortando matojos en el monte. Despreciando al que ya lo hace por un sueldo digno, eso da igual, el odiador no soporta la justicia.
La envidia hacia el miserable es el peor de los sentimientos, por ello, ocultará sus razones con escusas burdas aprendidas en los sobres de azúcar que reparte la extrema derecha.
Quizás, ser conscientes de que alguna vez te va tocar a tí reclamar el IMV, le haga reaccionar a la inversa, aparentando una lógica justiciera con "vividores" y "gandules". Pero no os dejéis engañar, es el típico odio que arrastra la humanidad desde su primeras organizaciones jerárquicas. La justificación del rico para ser rico y que el miserable adopta en contra de sus propios intereses para intentar dejar de ser pobre lamiendo las migajas que el dueño le lanza.
Que triste, que miserable tienen que ser uno para no sentir alegría por los niños que se van a beneficiar del IMV, que pesadumbre siente uno al leer al obrero quejarse del IMV "porque se van aprovechar los inmigrantes".
Cristianos de arrastrar y pasear maderos pero de pasarse por los huevos la justicia que reclamaba su redentor.
Yo les digo; que con la mera existencia todos deberíamos tener asegurados la vida digna.
Que nadie elije donde nace, que la familia y el Estado nos viene dado, que las circunstancias de la pobreza es una losa que lleva el neonato sin pedirla, que uno es lo vivido, lo aprendido y lo OBLIGADO a sufrir.
Por ello, es obligación de todos nosotros garantizar que todos, independientemente de sus circunstancias, tengan unos derechos que nos iguale a la hora de alcanzar las metas que nos propongamos. Que la justicia social no es una frase bonita que se lanza al aire a modo de utopía para que todos veamos lo buenos que somos, no, se tiene que consumar, que alcance cualquier recodo de pobreza, para que toda la sociedad en su conjunto se pueda sentir orgullosa de sí misma.
Que la patria es tu vecino. No sólo la bandera que ondea la extema derecha para dividir.
Que no hay razón mayor para sentirse orgulloso de un país que éste garantice la vida digna de todos sus ciudadanos independientemente de las circunstancias que lo arrojaron al mundo.
Ximo Iglesias